Ignacio Vargas
El día que me convertí en navegante

Estaba algo ansioso ese día. Desde que me habían contado de Náutica para Todos, habíamos quedado en ir a navegar, mi primera vez. De chico siempre he sentido una atracción brutal por lo náutico, en mi familia no hay navegantes ni interés por navegar, por lo que hacía bastante difícil que yo me convirtiera espontáneamente en uno. La cosa es que el día había amanecido colosalmente bello, no había una nube, y había viento, mucho viento. Me habían comentado que los Hansa, estos Veleros de preciosos colores, eran involcables, en lo que podían navegar cualquier persona, sin experiencia previa, e incluso, no importando su condición física. Qué podría pasar salvo ser una tremenda aventura, nada.
Nos juntamos con Aldo y su familia, yo iba medio disfrazado de navegante primerizo, mi outfit no era muy técnico, más bien parecía un turista japonés, pero mi entusiasmo, era el de un navegante avezado. Llegamos a Puerto Deportivo Valparaíso en el Muelle Barón y ahí nos esperaba Thomas Elton, el visionario que en Chile vio lo que nadie más, hacer de la navegación una actividad pública, inclusiva, masiva y accesible. En una breve charla previa a embarcarnos, nos explican, más bien a mi, en simple cómo navegar. En ese momento me di cuenta que efectivamente todos podemos navegar, para mi esto fue una epifanía, siempre sentí tan lejana la navegación, tenía la idea de que era cara, había que tener un velero, dónde tenerlo, ser socio de algún club, en fin, fuera de mi realidad. Nos embarcamos, Aldo muy a cargo, yo confiando en él, veía con cierta preocupación que el mar estaba algo agitado, había mucho viento, pero si todos lo tomaban como un gran día para navegar, no sería yo quién dudaría que efectivamente era así. Nos hicimos a la mar, y de ahí en adelante sentí que volaba. Era tan sencillo, tan divertido y sobre todo, tan seguro. En ese momento recordé a Paula Fuentes, una mujer tetrapléjica que navega habitualmente en Puerto Deportivo, particularmente gracias a un Club Deportivo que formaron para el efecto. Me la imaginaba limitada por su silla en un país que no facilita tanto a los discapacitados, pero libre como un pájaro en el agua. Sintiéndose no sólo igual a ti a o mí, sino especial, única, casi alada. Me emocionó tanto esa imagen, me entregué a la aventura con la tranquilidad que te da saber que no te pasará nada, entonces sintonizas la idea del placer y el disfrute. Imaginé navegando con Agustín, mi nieto, o con mi hijo. Pensaba que podría comenzar con una tradición familiar genial, imaginé llamando a mi hijo diciéndole: qué haces mañana, vamos a navegar?

Hoy, soy parte de Náutica para Todos, y siento que primera vez que hago algo con un profundo sentido social, abrir las aguas a todos, desde Chile para el mundo, porque estos preciosos Veleros harán volar a muchas Paulas, liberarán a muchos como yo que habitamos las aguas desde la orilla. Sentimos que democratizar las aguas haciéndolas de todas y todos cambiará la forma en que nos relacionamos con nuestras propias limitaciones, y romperemos el paradigma que para navegar hay que tener un velero o ser socio de un club de yates. Porque en el agua, somos todos iguales, bienvenidos futuros navegantes!